#AdvientoEnMovimiento

Señora del Silencio Madre del Silencio y de la Humildad, Tú vives perdida y encontrada en el mar sin fondo del Misterio del Señor. Eres disponibilidad y receptividad. Eres fecundidad y plenitud. Eres atención y solicitud por los hermanos. Estás vestida de fortaleza. En Ti resplandecen la madurez humana y la elegancia espiritual. Eres señora de Ti misma antes de ser señora nuestra. No existe dispersión en Ti. En un acto simple y total, tu alma, toda inmóvil, está paralizada e identificada con el Señor. Estás dentro de Dios y Dios dentro de Ti. El Misterio Total te envuelve y te penetra, te posee, ocupa e integra todo tu ser. Parece que todo quedó paralizado en Ti, todo se identificó contigo: el tiempo, el espacio, la palabra, la música, el silencio, la mujer, Dios. Todo quedó asumido en Ti, y divinizado. Jamás se vio estampa humana de tanta dulzura, ni se volverá a ver en la tierra mujer tan inefablemente evocadora. Sin embargo, tu silencio no es ausencia sino presencia. Estás abismada en el Señor, y al mismo tiempo, atenta a los hermanos, como en Caná. Nunca la comunicación es tan profunda como cuando no se dice nada, y nunca el silencio es tan elocuente como cuando nada se comunica. Haznos comprender que el silencio no es desinterés por los hermanos sino fuente de energía e irradiación; no es repliegue sino despliegue, y que, para derramarse, es necesario cargarse. El mundo se ahoga en el mar de la dispersión, y no es posible amar a los hermanos con un corazón disperso. Haznos comprender que el apostolado, sin silencio, es alienación; y que el silencio, sin el apostolado, es comodidad. Envuélvenos en el manto de tu silencio, y comunícanos la fortaleza de tu Fe, la altura de tu Esperanza, y la profundidad de tu Amor. Quédate con los que quedan, Y vente con los que vamos. ¡Oh Madre Admirable del Silencio! Padre Ignacio Larrañaga